Texto: María Ducos – Fotos: Rosario Lanusse – @rochilanu

Estuvimos en lo de Laura Di Cola, en su huerta que es como su gran oásis y en su cocina, de donde salen delicias que llevan su sello. Este fue su camino recorrido. 

Arriba de su casa, más precisamente encima de su cocina, como si hubiese sido pensada simbólicamente, está la huerta. Es que para la gastronomía de Laura Di Cola, este reservorio de frutas y verduras es vital. De acá arriba sale la materia prima de lo que se cocina allá abajo. Albahaca, tomate, zuchinni, frutillas, arándanos, menta, lemon grass, acelga, lechugas, kale, cebolla de verdeo, papa, alcauciles, zapallo. Su cocina, impecable y hecha a medida, habla de su objetivo: difundir una alimentación consciente, fresca y natural.

Desde chica, la cocina fue para ella una gran aliada. Sus dos abuelas italianas, una del norte y otra del sur, le fueron inculcando esta pasión al verlas amasar unos buñuelos de manzana, receta del libro de Doña Petrona. Se recuerda arriba de una mesada enharinada mientras ellas cocinaban y hacían conservas en frascos de vidrio. Esto mismo fue una de las cosas que trasladó a su vida para desterrar el plástico por completo.

Se crió en el campo, y de Río Cuarto se fue a Córdoba capital a estudiar Traductorado de Inglés. Después, un poco para vivir su propia historia, se vino a Buenos Aires, se casó, tuvo hijos y estaba trabajando en un banco cuando decidió darle una oportunidad a su pasión por la cocina. Vendió unos anillos que tenía, y con eso se pagó seis meses la cursada de la carrera de Gastronomía. Empezó a tomar vuelo con sus propios caterings. 

Dos secretos

De la huerta a la mesa. En su cocina saludable no hay trucos mágicos, simplemente se trata de volver a lo natural, dedicándole tiempo y corazón. Baja grasa, baja azúcar y baja sal, son sus estrictos mandamientos. En su nuevo libro Sin Delantal, solamente se usaron 700 ml de crema y 200 g de manteca, y el resultado es exquisito, lo que prueba que comer sano y rico es totalmente compatible. Además, Laura insiste y machaca en el aprovechamiento total de los recursos de su cocina ¡en donde nada es basura! Ni siquiera la cáscara de banana se tira, porque la utiliza para hacer unos sandwichitos deliciosos. 

“Entender que un pan hecho en base a levaduras naturales es un producto exquisito y al alcance de todos, que tener tomates orgánicos y de miles de colores es un lujo totalmente accesible y que se puede cocinar sin desperdicio, usando el alimento de punta a punta, es lo que quiero transmitir como chef”, nos cuenta.

Puertas abiertas

Cada tanto invita amigos a su casa y los atiende como si estuvieran en un restorán. Les cocina alguna delicatessen y pasan una noche agradable con un rico vino de por medio. Y con esta invitación quiere volver a instalar el hábito de pensar qué comer y cómo lo cocinaremos, de “perder” tiempo en la cocina, para ganarlo en calidad de vida. 

Saludable y sustentable

Exprimir el alimento en tantas formas como sea posible es parte de la sustentabilidad que quiere pregonar con sus recetas. El poco descarte tiene que ver con ser ingenioso y, por ejemplo, si es época de batatas, consumir esa verdura en todas sus vertientes: helado de batata, batata en curry, ensalada de batata. Además, con las cáscaras hace polvos que luego usa para condimentar. Todo es fascinante cuando le sacamos el jugo a lo que nos ofrece la naturaleza. 

Lo sustentable, entonces, también se convierte en la opción más económica si sabemos organizarnos con la huerta y las compras. Por eso el gran legado de esta chef pasa en conseguir que más gente se alimente mejor y en saber que la buena nutrición no es cantidad ni gran costo, sino creatividad, ingenio y simpleza. El espíritu de Laura entusiasma y alienta, ¿habrá llegado el momento de animarnos a cambiar?

Nos compartió estas tres recetas con un mismo ingrediente: cerezas.

 

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