Por Cristian Conen – Profesor e investigador del Instituto de la Familia de la Universidad de la Sabana, Colombia – Conferencista – Asesor y coach de parejas – @cristian.conen

Artículo reeditado de la revista “Apuntes de Familia” de la Universidad de la Sabana, Colombia.

Ilustraciones: Aldo Tonelli – @aldotonelli

La realidad familiar de nuestro tiempo, al menos en la cultura occidental, tiene indudables aspectos positivos que muchas veces no se resaltan suficientemente: la libertad de elegir a la persona con quien se desea compartir la vida; el reconocimiento de la igualdad y dignidad personal del hombre y de la mujer; la amistad entre novios y cónyuges; la entrada del hombre al hogar para compartir y asumir su responsabilidad en la educación de los hijos.

Sin embargo, la familia hoy en día padece también serios problemas que podrían englobarse en el concepto de “amor líquido” acuñado por el sociólogo polaco Zygmunt Bauman. El amor líquido es una errónea proyección de la actitud utilitaria que tenemos con las cosas y que trasladamos a las relaciones amorosas, desechándolas cuando ya no nos resultan útiles o placenteras.

El utilitarismo corrompe el amor y esta situación está afectando a la familia, y por lo tanto, a la salud personal y social de nuestros países. De no crearse soluciones reales de protección y promoción de la familia desde el Estado, empresas, escuelas y universidades, se dañará seriamente la convivencia humana y la gobernabilidad en este tercer milenio.

Hace algunos años se reunieron en la Universidad de Princeton (EEUU) cincuenta y tres profesores universitarios de distintas ciencias y de diferentes creencias. El tema de investigación fue cuál es la causa del crecimiento de la delincuencia, la violencia, los trastornos psicológicos, la expulsión escolar, las adicciones, la pobreza, la apatía y el suicidio de jóvenes en EEUU en las últimas décadas. Los científicos concluyeron que la causa más profunda de esas realidades está en la falta de amor que padecen las nuevas generaciones y que está directamente relacionada con el deterioro de la familia y del matrimonio.

En consecuencia, no basta hoy con reconocer derechos fundamentales al hombre, a la mujer, al niño, al adolescente en forma fragmentada, concibiéndolos como individuos aislados. La verdad de la persona humana es que es un ser familiar: hijo, hija, hermano, hermana, padre, madre, cónyuge; una identidad articulada en relación con otras personas.

El valor estratégico de la familia

Es oportuno instalar en nuestra sociedad una reflexión profunda sobre la familia y generar una acción concreta para protegerla y promoverla. Por eso el gran desafío del siglo XXI es la ecología humana, concepto acuñado por Juan Pablo II.

Etimológicamente ECO significa casa y LOGOS estudio, conocimiento. Ecología es el conocimiento y cuidado de la casa. Hasta ahora se ha reducido el concepto al estudio y cuidado de la casa física para la vida humana: aire puro, agua pura, fauna, flora, ruidos, residuos. Pero además de un hábitat físico adecuado el ser humano necesita un hábitat ecológico personal adecuado para vivir conforme con su condición: un ámbito donde sea valorado incondicionalmente, donde reciba la contención física, afectiva y espiritual básica, y afiance un sentido de pertenencia más profundo: LA FAMILIA. La ecología humana es en consecuencia, el cuidado de la persona y de la familia.

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