Texto: Amelia y Eugenia de Estilo Vanderlust – @estilovanderlust

Huilen Pascual es una cocinera mendocina que logró combinar a la perfección dos de sus grandes pasiones: Los viajes y la comida. Se convirtió en la primera mujer en trabajar al frente de la cocina del campo base de la montaña más alta del mundo: El Everest. Desde @estilovanderlust la entrevistamos y nos contó todo sobre esta aventura.

Primeras experiencias en la montaña

Huilen o “Huili”, oriunda de Godoy Cruz, Mendoza, cuenta que una de sus primeras experiencias cocinando cerca de la montaña ocurrió luego de haber tomado la decisión de irse a vivir al sur. “Allí puse una rotisería, pero me di cuenta de que estar ahí adentro no era para mí”, dice, y tomó la decisión de cerrarla para emprender viaje, literalmente, a la montaña. Un viaje que se desencadenó en una increíble experiencia: cocinar en el Aconcagua. “La montaña tiene un imán”, dice con una sonrisa de oreja a oreja.  

Sueño cumplido

Su pasión es cocinar en los campamentos de altura, y a sus 27 años, la protagonista de esta historia cumplió uno de sus más grandes deseos. Le surgió una imperdible oportunidad laboral en una empresa austríaca que la trasladó a Katmandú —capital de Nepal— para trabajar como cocinera en el campo base del Everest, a 5400 metros sobre el nivel del mar, rodeada de naturaleza e inmersa en una cultura completamente nueva para ella. “Es un universo paralelo, acá no conocen ni a los Rolling Stones”, nos cuenta entre risas.

Huili se encuentra en Katmandú a la espera de regresar a la Argentina, ya que la temporada en el Everest no dura más de dos meses; dos meses repletos de experiencias y aprendizaje.

Trabajo y disfrute

Cuenta que llegar al campo base del Everest es dentro de todo fácil, que no se necesitan equipamientos especiales, pero sí mucho abrigo. Es un trayecto que toma días; dice que en los pueblos que uno va encontrando en el camino uno puede parar a dormir, y aclara que una vez que se llega al campo base, se necesita tiempo para aclimatarse. “Cuando llegué, estuve dos días tranquila hasta que arribó la expedición y empecé a trabajar”, explica. Y cuenta que a diferencia del masivo flujo de gente con la que trabajaba en el Aconcagua, en el Everest solo cocinaba para veinticinco personas, así que también tenía tiempo para disfrutar.



Platos con propia impronta

Cuando le preguntamos a la aventurera qué cocinaba en el campo base, nos confesó que Nepal es un lugar complicado en cuanto a ingredientes, ya que son muy distintos a los de Argentina. Así y todo, con su impronta, técnicas y conocimientos, más música de fondo, se las rebuscaba para ofrecer los mejores platos: desde pastas y guisos, hasta postres con dulce de leche.

Admite que le costó que la gente de Nepal y los “sherpas” con los que trabajaba le dieran su lugar como cocinera, principalmente por sus costumbres y por lo extraño que les resultaba ver a una mujer trabajando en la cocina de montaña. Pero con el pasar de los días se convirtieron en grandes amigos.


Con su amorosa sonrisa, Huilen cierra esta enriquecedora charla con la siguiente reflexión: “Recomiendo esta experiencia más allá de lo que es la cocina y la comida, que es mi mundo. El lugar es mágico, la gente es un ‘corazón andante’. Allí son súper amables y serviciales. La diferencia de culturas genera mucho aprendizaje, así que me vuelvo súper enriquecida. Todo lo que viví acá y el contacto con la gente me hizo ver la vida de otra manera, y me dejó sobre todo una enseñanza: Hay que agradecer más y quejarnos menos. Es una experiencia única, que va mucho más allá de los hermosos paisajes”.

Hablar con Huilen nos dejó perplejas y con cada vez más ganas de viajar. Estas experiencias hacen que la vida valga la pena ¿no? Cada uno de nosotros encuentra la manera de vivirla, lo importante es enfocarnos en escribir nuestra propia historia y hacer nuestro propio recorrido. 

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